EE UU confundió el dron que mató a tres de sus militares en Jordania con uno propio | Internacional

La confusión de un dron enemigo con uno propio que regresaba a la base en esos momentos parece haber sido el factor que permitió el ataque contra una posición estadounidense en el noreste de Jordania este domingo, en el que murieron tres militares de EE UU y otros 40 quedaron heridos, según han apuntado mandos militares. El incidente, el primero que deja muertes de soldados estadounidenses en un acto hostil desde el comienzo de la guerra entre Israel y Hamás el 7 de octubre, aumenta la presión sobre Joe Biden cuando se multiplican los ataques de las milicias proiraníes en Oriente Próximo y el riesgo de una escalada regional parece mayor que nunca.

Según la versión de los mandos estadounidenses, el regreso del dron estadounidense a la Torre 22, el puesto de avanzadilla atacado en las cercanías de la frontera con Siria, causó confusión entre los responsables de los sistemas de defensa aérea, que no sabían si el aparato que se acercaba era el suyo. La duda hizo que se tardara en activar los sistemas de defensa. Otros dos aparatos no tripulados que atacaron otras posiciones estadounidenses sí fueron derribados sin causar daños, según han apuntado los mandos.

El dron de las milicias atacó los barracones que sirven de zona residencial dentro de la base, donde están destinados 350 militares estadounidenses. Muchos de ellos se encontraban durmiendo en esos momentos. Además de los tres fallecidos, otros cuarenta efectivos resultaron heridos en el incidente.

Este lunes, Biden se reunió con su equipo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca para tratar sobre la situación tras el ataque en el noreste jordano, cerca ya de la frontera con Siria. Entre los asistentes se encontraban el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, y la directora nacional de Inteligencia, Avril Haines, según ha informado la oficina presidencial.

La coalición de milicias proiraníes en Siria e Irak conocida como Resistencia Islámica de Irak (IRI, por sus siglas en inglés) declaró el domingo que había atacado tres posiciones estadounidenses en Jordania, incluida la base Torre 22. Irán, que ha negado cualquier implicación en el ataque a las fuerzas estadounidenses, ha descrito el incidente como parte de los enfrentamientos entre EE UU y “grupos de la resistencia en la región”.

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En la rueda de prensa de la Casa Blanca, el portavoz del consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, declinó confirmar que el incidente se hubiera debido a un error de identificación. Sí aseguró, como había hecho el propio Biden un día antes, que Estados Unidos responderá al ataque: “No buscamos una guerra con Irán. No queremos una escalada. Pero el ataque de este fin de semana fue una escalada, no cabe duda, y eso requiere una respuesta”. Esa respuesta, ha subrayado, se producirá: “En el momento y lugar que nosotros elijamos”.

En un sentido similar se ha expresado el secretario de Defensa, Lloyd Austin, quien se reincorporaba este lunes a su despacho en el Pentágono tras recuperarse de complicaciones del cáncer que padece. “Ni el presidente ni yo toleraremos ataques contra las fuerzas estadounidenses, y acometeremos cualquier acción necesaria para defender a Estados Unidos y nuestras tropas”, señalaba, al comienzo de una reunión con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Para su represalia, la Casa Blanca y el Pentágono se enfrentan a un problema que les ha rodeado desde el comienzo de la crisis: cómo reaccionar con la fuerza suficiente para evitar que se repitan las agresiones y, al mismo tiempo, con la suficiente moderación para evitar una escalada de consecuencias impredecibles.

Las cifras hablan. Desde que comenzó la guerra entre Israel y Hamás el 7 de octubre, las fuerzas estadounidenses han sido blanco de más de 150 ataques, de los que Washington responsabiliza a grupos proiraníes, en cada vez más puntos de Oriente Próximo, de los lanzamientos de misiles hutíes desde Yemen a la zona del mar Rojo a agresiones con drones en sus posiciones en Irak y Siria. A ello se suman otra treintena de ataques hutíes contra buques mercantes.

Hasta ahora, la Administración de Biden había respondido con relativa contención a los golpes de estas milicias. En Yemen, los ataques estadounidenses en solitario o en coordinación con las fuerzas británicas se habían limitado a destruir emplazamientos de radares o misiles de los rebeldes. Sus acciones militares de represalia en Siria también habían tenido objetivos similares. Una y otra vez, Washington ha insistido en que no ve indicios de que Irán tenga ningún interés en implicarse directamente en el conflicto.

Muchos analistas ven inevitable la respuesta de Washington tras la última agresión, pero alertan sobre las consecuencias. Estados Unidos “tendrá que responder con contundencia a este ataque”, considera William Wechsler, antiguo subsecretario de Defensa y actualmente en el think tank Atlantic Council. Pero debe asegurarse de que su reacción “minimiza el riesgo de provocar una guerra regional más amplia o de forzar al Gobierno de Irak a exigir la retirada de las tropas estadounidenses” que aún permanecen destacadas en su territorio, y sobre cuyo futuro negocian los dos gobiernos.

Entre las opciones que se plantean en el Pentágono, los expertos apuntan la incautación de bienes iraníes, incluidos buques; el ataque a fuerzas iraníes en el exterior o el interior de ese país, o continuar sus golpes relativamente moderados contra las milicias proiraníes.

Si hasta ahora Biden se ha resistido a un golpe directo contra Teherán, ante el riesgo de una escalada regional, voces republicanas le reclaman un ataque contra el territorio iraní.

En X, la antigua Twitter, el senador John Cornyn instaba a “poner a Teherán en el punto de mira”. Más tarde, especificaba que estaba pidiendo ataques contra la Guardia Revolucionaria Islámica iraní. “Ataque Irán ya. Atáqueles con fuerza”, instaba, por su parte, el senador Lindsey Graham; el también senador Tom Cotton declaraba que “la única respuesta a estos ataques debe ser una represalia militar devastadora contra las fuerzas terroristas iraníes, tanto en Irán como por Oriente Próximo. Menos que eso confirmará a Joe Biden como un cobarde que no merece ser el comandante en jefe [estadounidense]”, lanzaba.

En su red social, Truth Social, el expresidente y aspirante a candidato presidencial republicano Donald Trump consideraba: “Estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial”. Para Trump, el ataque del domingo constituye una “consecuencia trágica y horrible de la debilidad y la rendición de Joe Biden”, aunque no ha reclamado una respuesta estadounidense específica.

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By Vanesa Pinto Gómez

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