De Atacama a Indonesia: las materias primas que alimentan la revolución energética

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En el cambio hacia una economía con menos emisiones de carbono, los recursos naturales son fundamentales, estableciéndose como la base de una nueva etapa energética. Materiales como el litio, cobre, cobalto, níquel, tierras raras y grafito son protagonistas de la transformación tecnológica que busca modificar cómo generamos y utilizamos energía. No obstante, la obtención de estos recursos presenta retos relacionados con el acceso, la equidad social y la sostenibilidad, provocando discusiones sobre el porvenir de la minería y sus repercusiones.

La demanda de materiales esenciales

El cambio hacia fuentes de energía más sostenibles, promovido por el uso de tecnologías limpias tales como paneles solares, aerogeneradores y coches eléctricos, se basa fundamentalmente en la accesibilidad de seis minerales fundamentales: litio, cobre, cobalto, níquel, tierras raras y grafito. Estos materiales son cruciales para la producción de baterías, sistemas para almacenar energía, generadores y automóviles eléctricos. Se espera que su demanda crezca considerablemente en los próximos años, de acuerdo a varios pronósticos de organismos internacionales.

El litio, conocido como el «oro blanco» del siglo XXI, es uno de los minerales más cruciales. Se encuentra en grandes cantidades en el triángulo del litio sudamericano, que abarca partes de Chile, Bolivia y Argentina. Esta región es clave para el abastecimiento mundial, especialmente en el salar de Atacama, en el norte de Chile, que es uno de los mayores reservorios del mundo. La demanda de litio ha crecido exponencialmente, aumentando un 30 % en solo un año, y se espera que esta cifra se multiplique por diez para el año 2050. Este mineral es indispensable para las baterías de almacenamiento eléctrico, utilizadas en dispositivos como coches eléctricos y sistemas de energía renovable.

Al mismo tiempo, el cobre, crucial para las redes eléctricas, está experimentando un incremento en su solicitud. Su función en la transición hacia energías limpias no se puede negar, ya que es vital para el desarrollo de redes eléctricas y la fabricación de turbinas de viento. Un análisis reciente indica que un parque eólico en el mar necesita siete veces más cobre que una planta de carbón para generar la misma cantidad de electricidad. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) anticipa que la necesidad mundial de cobre aumentará de 25 millones de toneladas a 36 millones para el año 2050.

Por otro lado, el cobalto, utilizado en las baterías de iones de litio, ha visto un aumento significativo en su consumo. La República Democrática del Congo es el mayor productor de este mineral, lo que ha generado controversias debido a las condiciones laborales y las preocupaciones sobre la explotación infantil en la minería.

Tensión geopolítica y control de los recursos

El níquel, que se utiliza principalmente en la fabricación de acero inoxidable, está ganando relevancia debido a su papel crucial en las baterías de vehículos eléctricos y las turbinas eólicas. En particular, Indonesia es uno de los principales productores de níquel, lo que ha generado tensiones geopolíticas, ya que otros países buscan reducir su dependencia de los recursos naturales de la región a través de reciclaje y nuevas tecnologías.

Otro grupo de minerales esenciales son las tierras raras, un conjunto de 17 elementos químicos necesarios para la fabricación de imanes de aerogeneradores y motores eléctricos. Aunque no son escasos, su extracción y procesamiento son complejos y costosos. China domina más del 70 % del mercado de tierras raras, lo que genera preocupación en países como Estados Unidos y aquellos de la Unión Europea, que temen ser vulnerables a cambios en las dinámicas comerciales de este recurso.

El grafito, utilizado en los electrodos de las baterías, es otro mineral que experimentará un aumento en su demanda. La producción de grafito podría triplicarse hacia 2050, con China como principal productor. Este mineral es clave para la transición hacia una movilidad eléctrica masiva, lo que coloca a China en una posición estratégica en la cadena de suministro global.

El reto de una conversión ecológica

A pesar de las oportunidades que presentan estos minerales para la transición energética, también existen retos ambientales y sociales asociados a su extracción. El proceso de minería, especialmente en regiones como el desierto de Atacama o en la República Democrática del Congo, puede tener un impacto devastador en los ecosistemas locales, con el uso de grandes cantidades de agua y la destrucción de paisajes naturales. Además, las condiciones laborales en muchas minas, donde el trabajo infantil y la explotación son comunes, son problemáticas y requieren urgentemente de una regulación más estricta.

El especialista Miguel Ángel Rodiel indica que el cambio hacia una energía más sostenible no es únicamente un desafío técnico, sino además un reto político y ecológico. La manera en que se obtienen y manejan los recursos será crucial para lograr una transición exitosa hacia fuentes de energía renovables. Es fundamental desarrollar estrategias responsables que reduzcan el impacto ambiental de la extracción y fomenten un enfoque más equitativo y ético en la repartición de las ganancias.

La lucha por la equidad en el acceso a los recursos

La distribución de estos minerales no es uniforme, lo que provoca tensiones en las arenas geopolíticas y sociales. Naciones con amplias cantidades de estos recursos, como Chile, Bolivia, la República Democrática del Congo e Indonesia, están en el foco de la competencia por dominar estos materiales cruciales. Con el aumento de la demanda, las dinámicas entre los países y las principales empresas mineras se complicarán más, con efectos sobre la justicia climática y la equidad económica a nivel mundial.

El acceso a estos minerales clave no solo determinará el avance de las energías limpias, sino que también configurará el futuro geopolítico del planeta. En este contexto, la capacidad de gestionar de manera equitativa y sostenible estos recursos será crucial para garantizar que la transición energética beneficie a todos, sin dejar a nadie atrás.

La transformación energética que se aproxima está estrechamente conectada con la manera en que administremos estos recursos cruciales. Únicamente mediante una fusión de avances tecnológicos, políticas gubernamentales adecuadas y métodos sostenibles en la extracción minera, podremos lograr un cambio energético que resulte equitativo y eficiente para todos.

Por Vanesa Pinto Gómez

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